sábado, 28 de septiembre de 2013

Carmelo, el gigante de Río Caribe.

 OPINIÓN,  FÉLIX ROQUE RIVERO.
  FUENTE: www.ciudadccs.org.ve 
 canaimaprofundo@hotmail.com

El 30 de septiembre de 2004, en horas de la tarde ya casi con el sol declinando, Carmelo Laborit rendía su tributo a la vida. Regresaba a la tierra salada de su lar luminoso. Aquel hombre alto, de anchas espaldas, de larga y poblada barba nos decía adiós dejándonos su ejemplo. Como dice José Vicente Rangel, Carmelo fue una de esas personas “… con las que uno se topa en la vida en circunstancias insólitas, en momentos de apremio y dificultades y que te dejan una huella imborrable”… Carmelo era un hombrazo. Un tipo que combinaba su fuerza física poderosa con la más cálida y dulce de las miradas y con un camión de humildad a cuestas.

Carmelo nació el 16 de agosto de 1926 en Río Caribe, estado Sucre, hijo de Agustín Legendre e Ignacia Laborit. En una casita de bahareque, ubicada en la calle Anzoátegui. Entre cantos de gallos y pájaros, empezó a forjarse el carácter y la personalidad de quien con los años llegaría a ser un revolucionario en todos los sentidos. Ante la pobreza reinante, Carmelo tuvo que dedicarse desde muy joven a las tareas de la pesca y sacador de mejillones, que luego vendía o cambiaba por artículos de consumo. Realizó sus estudios de primaria en la escuela José Silverio González y el bachillerato en el liceo Simón Rodríguez.
Siendo apenas un adolescente, Carmelo se puso al frente de una marcha estudiantil que protestaba por la invasión a Indonesia. Su hermano Jesús “Chuchú” Legendre cuenta que le preguntó: “Carmelo, ¿dónde queda Indonesia?”, y Carmelo le respondió: “Yo no sé, pero marcha y grita: ¡viva Indonesia libre!”.
Como muchos, militó en el partido Acción Democrática cuando este era dirigido por hombres como Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, Pinto Salinas, etcétera, colaborando activamente en las acciones contra la feroz dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Sus primeras tareas consistían en llevar en lancha hasta la isla de Trinidad a sus compañeros que huían ante la persecución política.
Salió de su tierra en el año 1947 a estudiar economía en la Universidad Central de Venezuela, carrera que no culminó por cuanto su partido lo envió a Puerto La Cruz para el desarrollo de tareas clandestinas. En el barrio El Pensil fue detenido en el año 1953 y llevado a la sede de la temible Seguridad Nacional, donde es salvajemente torturado. Fue llevado por su captores a la cárcel de Barcelona donde una señora llamada Cayetana le curó las heridas y le suministraba los alimentos que le enviaban sus compañeros. De Barcelona fue trasladado a la cárcel de La Pica en el estado Monagas y de allí a la de Ciudad Bolívar, donde lo encontró la alborada del 23 de enero de 1958.
Las torturas y los años de cárcel en lugar de amilanar su voluntad de hierro lo que hicieron fue templarlo más para la lucha revolucionaria, convirtiéndolo en un roble, solidario y leal hasta la muerte. Al salir en libertad, Carmelo se reincorpora combativamente al partido AD y su militancia se torna conflictiva y breve. Junto a un grupo de integrantes de la juventud se percata del carácter colaboracionista del gobierno de Betancourt con las élites burguesas y con el Departamento de Estado. Que este era simplemente más de lo mismo. Por ello abandona las filas adecas y es uno de los fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria junto al poeta Muñoz, Gumersindo Rodríguez, Domingo Alberto Rangel y otros.
El MIR fue inhabilitado por el gobierno adeco el 6 de enero de 1961 y algunos de sus dirigentes fueron detenidos y conducidos a la policía política de ese entonces conocida como la Digepol, entre ellos Carmelo. En el gobierno de Raúl Leoni y ante la intensificación de la lucha armada, Carmelo es detenido y de manera sumaria y sin fórmula de juicio fue llevado hasta la isla de Tacarigua. Motivado a las fuertes torturas y a la falta de condiciones sanitarias, se enfermó gravemente, teniendo que ser trasladado al hospital Militar de Caracas. En ese hospital, junto a Clodosbaldo Russián organiza un motín y por ello lo llevan de nuevo a la isla de Tacarigua. En 1968, gracias a la presión popular sale al exilio y se instala en Roma donde permanece por un largo tiempo. Allí se vincula al Partido Comunista Italiano y se incorpora al instituto Antonio Gramschi. Durante este tiempo, Carmelo estudia las obras de Marx, Lenin, Mao, Rosa Luxemburgo, Bolívar, Simón Rodríguez. Analiza las experiencias que aportan las revoluciones ocurridas en Cuba, las guerras de Argelia y Vietnam. Todo ello robustece su moral y si antes tuvo coraje para romper con la dirigencia de AD por corrupta y traidora, ahora lo hará con la dirigencia del MIR, pero por razones ideológicas.
Jorge Dáger, político que conoció a Carmelo, llegó a decir de él que era un agonista de corte unamuniano, porque nadie es más puro que este revolucionario tallado en mármol, duro con todos, pero más duro consigo mismo, siempre al frente de la trinchera más peligrosa.
Al lado de Jorge Rodríguez y otros exmilitantes miristas, Carmelo se lanza a las calles para impulsar la lucha revolucionaria bajo la consigna de “Votar para qué”, llamando al voto nulo. Se trataba de trabajar allí donde estén las masas como lo aprendió de sus lecturas. La política del voto nulo culmina con la fundación de la Liga Socialista el 19 de noviembre de 1973, en la sede de la antigua Asociación Venezolana de Periodistas.
Al regreso de Europa, Carmelo asume la presidencia de la Liga Socialista y la dirección de la Escuela de Cuadros que la Liga tenía en Catia. Su ejemplo y la férrea disciplina eran fuentes orientadoras para la militancia que siempre vio en él al prototipo del revolucionario ejemplar, capaz de jugárselo todo. Así lo demostró ante el asesinato de su hermano del alma Jorge Rodríguez, hecho ocurrido el 26 de julio de 1976. Jorge y Carmelo eran dos almas en una. Las reuniones políticas del Comité Nacional de la Liga tenían marcado el sello de estos gigantes que combinaban de manera magistral la rigurosidad del combate político con amena chanza y camaradería. Cuando sembramos a Jorge en el cementerio General del Sur, la voz como un trueno de Carmelo se alzó por encima de las tumbas para recordarnos a todos que ¡el socialismo se conquista peleando, peleando hasta vencer que el pueblo organizado conquistará el poder!
Al cumplirse nueve años de su muerte física hay que decir que Carmelo es el vivo ejemplo de los hombres y mujeres que han luchado por darnos una Patria libre y soberana sin pedir nada a cambio. Vivió cada día de su vida para la Revolución, exponiéndola en cada lance. Su humanismo lo llevó a practicar el internacionalismo proletario con los pueblos del mundo que luchan por su liberación. Para él no había tarea imposible de realizar por difícil que fuera. Era un lector y estudioso contumaz. Aquel muchachote de Río Caribe fue dejando su huella por todos los caminos recorridos. Ante la tortura fue indoblegable, jamás traicionó a nadie. Su silencio fue la más contundente derrota para sus torturadores.
El ejemplo de Carmelo Laborit es solo comparable con luchadores como Nelson Mandela, Rigoberta Menchú, el Che, Fidel Castro, Hugo Chávez, Sandino, Jorge Rodríguez, Fabricio Ojeda, Livia Gourverner, Noel Rodríguez.
Carmelo será siempre un ejemplo del militante revolucionario heroico, entregado a las tareas de redención de los oprimidos. su accionar político continuará cabalgando por encima de las crestas de las olas de su mar Caribe, y los niños, los jóvenes, los obreros, los campesinos, los estudiantes tendrán en él el impulso necesario para demostrarnos que somos un pueblo invencible.